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El Café en México – Historia

Café cereza, en las montañas veracruzanas

Café cereza, en las montañas veracruzanas. Foto de Jaime Coello Manuell

El café arribó a México a finales del siglo XVIII, al parecer, por distintas regiones; en algunas versiones se afirma que primero llegó a Córdoba, otras, que fue Michoacán su primera cuna. Como quiera que haya sido, al principio de su implantación, gozó de muy buena reputación hasta el período revolucionario, durante el cual la industria cafetalera mexicana se vio afectada del mismo modo que cualquier país con una guerra civil o revolución en curso: baja la calidad, hay menos atención al cafetal, la producción se hace intermitente, poco confiable, etc. Luego de que terminara el conflicto armado, hubo regiones cuyo aromático comenzó a despuntar, a forjarse una reputación que ha sobrevivido hasta el día de hoy. Tal es el caso de Coatepec, Veracruz; Pluma Hidalgo, Oaxaca; el Soconusco y Los Altos, en Chiapas; por mencionar sólo los casos más representativos.

En 1958 se crea el Instituto Mexicano del Café (INMECAFÉ), órgano federal que aglutinó las actividades del café mexicano. Durante su funcionamiento, que llegó a su fin en 1989 por problemas políticos que llevaron a su último director ejecutivo, Fausto Cantú Peña, esta institución fomentó la investigación agronómica del cafeto, incluso llegando a desarrollar una nueva variedad del cafeto, el Café Oro Azteca. Un aspecto negativo de este período es que el INMECAFÉ acaparaba la producción nacional y se erigía en único comercializador del aromático nacional, lo que llevó a la pérdida de calidad de las distintas regiones productoras; es el tiempo en que se le enviaba a los compradores extranjeros muestras con granos de calidad insuperable y los lotes comprados resultaban ser de una calidad de bastante pobre, es el tiempo en el cual se le estigmatiza al café mexicano y comienzan las penalizaciones en el precio. La Bolsa de Valores de Nueva York, es la Bolsa que marca el precio de los productos conocidos como commodities, materias primas, productos no industrializados que se comercian alrededor del mundo, de ellos, el café es el segundo en importancia, sólo debajo del petróleo. Así, las penalizaciones al café mexicano que aún en esta primera década del siglo XXI se mantienen vigentes en el mercado internacional, se deben a esta mala práctica comercial del lo que fue el INMECAFÉ.

Inmecafé en sepia

Inmecafé en sepia

Hoy en día, el café mexicano presenta un panorama harto distinto del que se percibe desde el extranjero. Existen productores, pequeños y medianos cuya calidad es excepcional, cafés de una calidad que en nada palidece ante las “vacas sagradas” del café internacional. También es cierto que persiste un monopolio del café como commodity, puesto que una sóla empresa, Agroindustrias Unidas de México, AMSA, comercializa más del 50 por ciento de la producción cafetalera nacional, en sus diferentes calidades. Este boom mundial con respecto al café de especialidad o de muy alta calidad, definitivamente ha impulsado a productores y a la industria nacional, tal es el caso de la denominación de origen Café-Veracruz, de la Finca Irlanda, el aromático de Nayarit, los naturales de Guerrero y San Luis Potosí. Lo triste es que por mucho que se promueva al interior del país, aquí, en la República Mexicana no se pueden conseguir las mejores calidades: estrictamente altura, altura, incluso es difícil obtener un extra prima lavado real. Lo más curioso de todo es que el gobierno mexicano, los comercializadores, los torrefactores, todos los involucrados en la cadena productiva se siguen preguntando porqué la población mexicana aún tiene un consumo per cápita de poco menos de un kilogramos al año; y siempre hacen el contraste con los países nórdicos, Alemania o Japón… justamente aquellos lugares en donde sí se pueden conseguir la crema y nata del café mexicano. ¿No será evidente?

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