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Nahui Olín, Dr. Átl y los celos; a propósito de los desnudos

 

Desnudo de Nahui Olín, fotografiado por Antonio Garduño

Desnudo de Nahui Olín, fotografiado por Antonio Garduño

Ya lejos del Dr. Átl, Nahui Olín fue retratada desnuda por Antonio Garduño, un gran fotógrafo mexicano del que es prácticamente imposible conseguir información. Ella misma organizó la exposición, en la asotea de lo que hoy el número 19 de la calle 5 de Febrero, en el Zócalo de la Ciudad de México; a la inauguración asistieron secretarios de Estado, empresarios, las clases pudientes del Distrito Federal, miembros de su familia. Escandalizó, fue rechazada, estigmatizada… Nacía la leyenda.

Antonio Garduño es el primer fotógrafo  mexicano que hizo desnudos. María del Carmen Mondragón Valseca, Nahui Olín, la primer modelo mexicana, una que no se limitaba a dejarse retratar sino que proponía, asumía su exhibicionismo como arte.

Gerardo Murillo, el Doctor Átl, era un mujeriego empedernido, un soltero, un solitario de pura cepa. Cuando se encontró con Nahui Olín cayó irremediable en la  fatalidad:

Desnudo de Nahui Olín, fotografiado por Antonio Garduño

Desnudo de Nahui Olín, fotografiado por Antonio Garduño

Rubia, con una cabellera rubia y sedosa atada sobre su faz asimétrica, esbelta y ondulante, con la estatura arbitraria pero armoniosa de la Venus naciente de Boticelli. Los senos erectos bajo la blusa y los hombros ebúrneos, me cegó en cuanto la vi. Pero sus  ojos verdes, me inflamaron y no pusde quitar los míos de su figura en toda la noche. ¡Esos ojos verdes! A veces me parecían tan grandes que borraban toda su faz. Radiaciones de inteligencia,  fulgores de otros mundos. ¡Pobre de mi!

Ninguno de los dos eran personas de una sola pareja, así lo demuestra el resto de sus vidas, pero jugaron a creerse el juego. La diferencia: Nahui Olín apostó el ser, cambió su nombre, quemó sus naves, jamás fue la misma; Dr. Átl, sin embargo, regresó a ser el mismo de siempre, aunque le pesó, y como prueba está su libro Poemas, dedicado completamente a Nahui Olín. Él buscó nuevos horizontes, ella se ahogó en celos, los pleitos escalaron en violencia, cubetas de pintura, pistolas, duchas de agua fría con  cuerdas… Abandono.

 

Portada de Gentes profanas en el convento del Dr. Átl

Portada de Gentes profanas en el convento del Dr. Átl

En la novela Gentes profanas en el convento del Dr. Átl, autobiografía de una periodo de su vida, aunque no fiel a la Historia, él toma las cartas que Nahui Olín le escribió mientras duró su idilio del Ex Convento de la Merced, y las intercala en el relato. Jamás le dió el crédito de coautoría pese a que las partes escritas por Carmen Mondragón son superiores, por mucho, a las de Dr. Átl. A continuación un fragmento:

Pero si el destino nos separa, toda tu potencia y la mía se juntarán en algún lugar del Universo y en ese centro seremos infinito.

y mi cuerpo ávido de caricias sumergido en el misterio de tu amor como en una tumba

arde siempre en lujurias.

[…]

¿Porqué me siento angustiada cuando estoy lejos de ti, cuando estoy junto a ti, cuando pienso en ti, si yo te amo? ¿Será que he llegado al paroxismo de la pasión, o porque dudo de ti? ¿Cómo dudar de ti? tú eres la esencia de todo lo creado y esa esencia no puede mentir, no puede ser falsa, no puede ser más que lo que es: amor.

 

Desnudo de Nahui Olín, fotografiado por Antonio Garduño.

Desnudo de Nahui Olín, fotografiado por Antonio Garduño.

Suave aroma eres

—dulce y feroz es tu boca—

loco mi sueño

—terrible mi dolor—

mi dolor de no poder amora más, y más y más…

Nahui Olín

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Nahui Olín en una revista de autos, con fotos de Antonio Garduño. Nautla, Ver.

En mayo de 1926, apareció en una revista hoy extinta: El Automóvil de México, una crónica del viaje que hicieron a Nautla, Veracruz, Nahui Olín, Antonio Garduño y Enrique Bert, con el pretexto de hacer una sesión fotográfica de María del Carmen en traje de baño.

Antonio Garduño fue un fotógrafo cuyos comienzos como profesional se remontan al inicio de la Revolución mexicana, de hecho toda su familia se dedicó de alguna manera a lo mismo. Él ya era un gran fotógrafo antes que Tina Modotti y Edward Weston llegaran al país. Quizá lo que lo ha condenado al ostracismo del olvido es haber hecho la primera sesión de fotografías de desnudo femenino en México, con Carmen Mondragón como modelo y curadora y expositora y anfitriona… De una exhibición que se realizó en la azotea de un edificio del Centro Histórico de la Ciudad de México conocido como la Casa de la Marquesa de Uluapa; en lo que es hoy el número 19 de la calle de 5 de febrero, propiedad de Toallas La Josefina. (En el link dice que el 18, pero ese número es una tienda, no la casa en sí) En ese entonces ya se había separdado de la segunda pareja relevante en su vida: Dr. Átl.

Luego de aquella exposición poco se sabe de El fotógrafo de las Novias, como se le conocía a Antonio Garduño, quien fue amigo, primero del general Manuel Mondragón y después de su hija, Carmen Mondragón, t.c.c. Nahui Olín.

Lo que sigue es el texto del Viaje a Nautla y fotografías de su publicación en el Automóvil de México.

Excursión a Nautla

Apuntes para el libro “El infinito en lo ínfimo”, próximo a publicarse

Foto tomada en una hemeroteca, del viaje de Nahui Olín y Antonio Garduño.

Para El automóvil en México

De acuerdo con lo convenido, muy de mañana pasó el entusiasta excursionista señor Enrique Bert, a recogerme a mi domicilio. Manejaba un hermoso Templar”, coche poco conocido entre nosotros, pues si apenas y existen tres en esta capital

A bordo del flamante auto iba el popular fotógrafo Antonio Garduño, perfectamente aprovisionado de aparato y y placas donde recoger gráficamente cuanto llamase la atención de nuestros ojos.

Acomodada en mi lugar, emprendimos la marcha con el gozo retratado en nuestros semblantes.

La mañana era despejada, luciendo en todo su esplendor el bello sol de las alturas. Entretenidos por la charla, continua y alegre, nos dimos cuenta del tiempo transcurrido cuando llegamos a Puebla, la que bien pronto abandonamos con dirección a San Marcos. En este pueblo pernoctamos, bien incómodamente por cierto, y una vez que amaneció reanudamos la marcha recorriendo caminos áridos y polvosos y pasando por pueblos cuya desolación y desamparo contristaron nuestras almas.

En Perote hicimos una escala impuesta por la necesidad de reparar las perdidas fuerzas. Comimos mal y de prisa, debido a que el frío reinante nos molestaba demasiado, continuando el itinerario trazado de antemano.

Garduño comenzaba a fastidiarse de su inactividad, pues cuanto habíamos recorrido sólo ofrecía paisajes de una vulgaridad desesperante, siendo lo peor que, a nuestro paso por Altotonga y otros pueblos verdaderamente encantadores, fuimos sorprendidos por una espesa neblina y por la noche, que cubrió con su negro manto los bellos rincones de aquellos poéticos contornos,

Gracias a la pericia de Bert, sorteamos los peligros de aquellos caminos, llenos de curvas y baches, y a cuyo borde se encontraban pavorosas barrancas.

Segunda página de la publicación original, con 6 fotos de Antonio Garduño.

Afortunadamente arribamos sin novedad a Teziutlán, importante población enclavada en plena serranía, que ofrece al tourista encantos naturales inenarrables. Fuimos recibidos por el señor Guerrero, importante industrial que posee magníficos talleres tipográficos y que, juntamente con el hacendado señor Zorrilla, llevaron a cabo la hermosa carretera que comunica esta región con Nautla.

Teziutlán cuenta con buenos hoteles, razón por la que pudimos descansar, durmiendo perfectamente. Muy temprano dejamos todos las amables sábanas, disponiéndose Garduño a impresionar unas placas con los encantadores paisajes de aquella pintoresca serranía que circunda al poblado, y Bert a inspeccionar su coche, alistándolo para la inmediata marcha.

Antes de media mañana nos reunimos para continuar el viaje, impacientes por gozar las sensaciones que al tourista ofrece esta privilegiada región, y amargados por el temor de que las vacaciones de semana santa, tan limitadas, no nos dejasen el margen necesario para cumplir con nuestro programa.

Abandonamos Teziutlán para descender en busca del mar. Pasamos por el puente de Conoquico y cruzamos bosques maravillosos. Atravesamos lugares de belleza increíble para quien no tenga la dicha de contemplarla. Y pensé en Zola, y en Víctor Hugo, y en Pereda, e invoqué a sus espíritus pidiendo que iluminaran el mío, cuando llegue la ocasión de darles forma a estos apuntes.

Una choza de carrizos semejantes al bambú, nos hizo notar que cambiábamos de panorama y de ambiente. El campo tomó otro color, dominando el de unas extrañas flores rojas. Momentos después

Otra foto de El Automóvil de México de mayo de 1926.

entrábamos en Tlapacoya, pueblo de calles accidentadas y casas pintorescas por la cantidad de colores que lucen en sus fachadas y tejados. La placita de este pueblo tiene el atractivo de encontrarse rodeada por naranjos en flor.

Descansamos tres horas de Tlapacoya. En este lugar hicimos amistad con Rosendo Montenegro, de origen italiano, curioso ejemplar de aventurero que, en la lucha por la vida, todo lo acomete y todo lo ejecuta, sin que haya obstáculo que no sepa vencer su despierta inteligencia y su actividad sin tasa. Hoy trabaja con el señor Plata, traficando con hielo y algunas otras cosas. Fueron nuestros invitados para comer “bobo”, y una banda de jazz band, propiedad del señor Plata, amenizó el acto, que resultó sencillamente encantador.

Montenegro y Plata, a bordo de un camión Reo, propiedad del segundo, se unieron a nuestra excursión, que fue reanudada poco después de haber comido. En el camión fue instalada la banda de jazz, que dejó oír sus alegres sones por toda la boscosa región que atravesábamos. Seguramente las fieras que la poblaban han de haberse sentido sorprendidas de que hubiese quien se atreviera a turbar ese silencio, no profanado sino por sus aullidos o por el melodioso susurro de la brisa.

Repentinamente divisamos unas torrecitas, blancas casitas de techos bajos, luces amarillas y una placita con su fuente central de agua cristalina. Era Martínez de la Torre, donde cenamos, improvisamos un cabaret con nuestro jazz y pasamos la noche dormitando, a ratos en nuestro automóvil.

Antes de que los rayos del sol rasgasen las tinieblas, emprendimos la caminata a los acordes del jazz que, naturalmente, nos tocó las mañanitas.

El Automóvil de México, mayo de 1926, página 22

Cruzando manglares y cafetos nos sorprendió la salida del astro rey, al llegar al Salto del Tigre. A la entrada de Los Mangos encontramos un grupo de estudiantes de medicina, cuyo Overland estaba atascado. Los estudiantes llevaban cerca de veinticuatro horas sin tomar alimentos, encontrándose perdidos y asustados. Después de auxiliarlos, atravesamos las sabanas del Pital, donde bailamos el charleston; cruzamos por la colonia francesa, bien atendida, en la que vimos casas primorosas, jardines, etc., y una generación que a las claras denunciaba el paso de los franceses cuando la Intervención. Aquellos ojos azules y cutis sonrosados no desmentían la procedencia.

Pasamos por Nautla, y en San Rafael comimos, siempre amenizados por el jazz.

Después seguimos el curso de un río que se ensanchaba hasta llegar a Chumanco donde, con una anchura de ciento cincuenta metros, desemboca en el mar.

Allí dispusieron las tiendas de campaña que ocuparon los hombres, dejándome a mí el automóvil como casa habitación.

Fue allí donde Garduño se entregó a un trabajo febril, siendo yo el personaje principal de los motivos que sirvieron para impresionar sus placas, según podrá verse en los grabados que aparecen.

Al día siguiente, emprendimos el regreso, sin otra novedad que al haberse atascado nuestro coche en mitad del Pital, viéndome en la necesidad de caminar a pie como diez y ocho kilómetros, acompañada

El cierre de la crónica de Nahui Olín.

del señor Guerrero.

De vuelta en Teziutlán, descansamos un día y tornamos al automóvil hasta Perote, donde abandoné a mis compañeros Garduño y Bert, para tomar el tren que me condujo a México, incorporándome al prosaísmo de la vida citadina.

Nahui Olin.

 

 

 

Bibliografía:

El automóvil en México. Mayo de 1926. Año XX, Número 89. Páginas 18, 19, 21-23.

Clasificación en la Hemeroteca Nacional:

HM

A587

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A 32 años de la muerte de María del Carmen Mondragón Valseca t.c.c Nahui Olín

Nahui Olin

Mi nombre es como el de todas las cosas: sin principio ni fin, y sin embargo sin aislarme de la totalidad por mi evolución distinta en ese conjunto infinito, las palabras más cercanas a nombrarme son NAHUI-OLIN. Nombre cosmogónico, la fuerza, el poder de movimiento que irradian luz, vida y fuerza. En azteca, el poder que tiene el sol de mover el conjunto que abarca su sistema, pero, sin embargo hace siglos que existe mi substancia sin nombre alguno va evolucionando y hace siglos y ahora mismo que no tengo nombre y voy marchando sin descanso alguno en un tiempo sin fin y soy en una faz distinta el sin principio ni fin de todas las cosas.

Oh, los nombres que la humanidad pone en sus círculos sociales y gubernamentales. Son como numeraciones e identificaciones de comisarías miserables donde risiblemente parece que pretenden agarrar la vida y la muerte de una cosa que no tiene principio, que no tiene fin, y crean sellar, con sus actas de escritorio sucio, nombres de un calendario de santos absurdos en sus significaciones y apellidos, que vienen de alguien que tontamente se los puso en generaciones pasadas, pero en vano al nacer y al morir constan actas de un ser numerado que al perderse en la tierra no lo encontrarán ya, jamás distinto de una podredumbre igual que lo salvó de su estigma de numeración de una acta de escritorio sucio de la arbitrariedad humana. No existe nada definitivo, ni en la ciencia más alta ni en leyes de ninguna especie; pertenecemos a un sin principio ni fin que borra toda clasificación, toda identificación. Somos una partícula sin nombre que evolucionamos siempre sin fin.

Qué importa la sociedad y leyes gubernamentales establecidas por estafadores despreciables que a sabiendas de que son mentiras las hacen regir con vulgo al cual todavía le hacen pagar un nombre, un número en el archivo de sus imposiciones criminales: y los padres que inútilmente registran su algo de materia no lo encontrarán nunca ya, ni en una fosa de primera ni de última clase; por que ignoran que nada pertenece a nada y que todo es de todo y que no tiene nombre porque no le sirve a los humanos más que de humillante blasfemia llamarse con un nombre notificado con un número por leyes absurdas como estigma del yugo.

Por eso yo no tengo nombre que me identifique porque soy el sin principio ni fin de todas las cosas, y mi nombre será la voz de mi fuerza mental y tiene un sonido que no se puede nombrar sólo gustar profundamente y lo más cercano en palabras a él es NAHUI OLIN, que es la significación de una rebeldía y superioridad porque no es un nombre registrable en una acta numerada, que no significa nada, nada, en la terrible y maravillosa totalidad que amo como a mí misma porque es infinita. Y que me importan los nombres que se les da a las cosas si yo puedo llamarlas más enérgicamente con decirles lo fáciles que son para mí, que hace siglos y siempre las conozco sin nombres, y sé que son iguales, que son distintas en un conjunto indestructible: nunca por eso me importa saber el nombre de los seres que se encontraron en mi vida, su procedencia no me importa nada; sí por lo que son ya ellos mismos me agradan o desagradan el pasado que los engendró es un incidente animal inconsciente que no tiene importancia con lo que son para mí. Hijos de reyes o de genios, lejos de heredar la inteligencia que es un fenómeno caprichoso de un movimiento cósmico. Hijos de princesas o esclavos de razas diversas qué me importan vuestros padres si ellos son un factor inconsciente de producción por medio de los cuales pasasteis a la vida, período de transición y tomasteis a otra faz de evolución y siempre antes de haber nacido erais cual sois, y yo os conozco sin nombre sólo como un sonido distinto que siento venir sin principio ni fin los que os engendraron son máquinas sin voluntad, para producir como ellas mismas desearan y con la marcha que traían sus identidades, se formaron ustedes tal cual era el movimiento que las encerraba en la totalidad, y sólo pasaban por ellos como la electricidad al través de un cuerpo buen conductor que produce tal o cual fenómeno; y para mí no tienen los humanos más nombres que los que son la fuerza cerebral y sólo existe entre ellos la distinción del vulgo por la superioridad de la inteligencia, esa es la categoría distintiva y no la de poderes y antepasados. Qué importa el nombre más excelso con títulos y abolengos si el que los lleve cree que el ser sólo existe en el nombre de actas arbitrarias que los padres pagan al nacer de un hijo y se quedan llamándose con un nombre que no significa nada, mientras el individuo no signifique por su inteligencia.

Es el colmo de la impotencia humana aislar las cosas y ponerles un número, un nombre cuando siempre has existido sin saber ellas mismas cómo se llaman, porque no hay número, no hay nombre que pueda contar, llamar el infinito, el cosmos, pero son los humanos siempre mediocres exploradores de ellos mismos que saben que los elementos, las fuerzas, las cosas, los seres y ellos mismos existían y existirán en la terrible totalidad sin nombre, sin número. ¿Acaso el mundo, la tierra dejaba de existir, los seres de vivir sin medidas, nombres o leyes? No, todo en el fondo es y será siempre lo que fue lo que es en evolución continua. Qué me importan las leyes, la sociedad, si dentro de mí hay un reino donde yo sola soy y por más que hicieran, nunca llegarían a imponer un tráfico en mi reino y sólo superficialmente y eventualmente, tendré que traficar entre los imbéciles gobiernos como quien compra un boleto de camión para transitar en mi período de transición. Todo siempre ha existido sin nombre conocido o desconocido, sin estar numerado en un archivo y nada puede interrumpir esa evolución.

Nahui Olin

[Este texto fue corregido, editado, publicado y vendido de mano en mano por la autora en el año de 1927, en la ciudad de México.]


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