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Instrumento y voz

Leonard Cohen, Federico García Lorca, Charles Baudelaire, Rubén Darío, Julián Castruita,  Antonio Quilis y un desconocido… Fuente de instrumento y voz.

Lo dijo el centauro que ha visto a la muerte

Las palabras de Medón en el Coloquio de los Centauros

Por su música y poesía, su instrumento y voz, una muerte lamentable durante el 2016 fue la de Leonard Cohen. Quizá por esa súbita aura que el fallecimiento proyecta en el morbo o reverencia o reconocimiento sincero que pueda tener la obra de un artista, Cohen se puso de moda y hubo mucha basura circulando en Internet y en los medios tradicionales, así que no perderé tiempo con su vida y así, si quieres conocerlo porque o es la primera vez que lo «topas» o, como yo, deseas escuchar algo chido, te recomiendo el especial de Carne Kruda sobre Leonard Cohen.

Mi propia voz y mi personal instrumento

Del Diván del Tamarit

Del Diván del Tamarit

El breve discurso que dio Leonard Cohen a recibir el premio Príncipe de Asturias tiene la virtud de ser un teto que invita a usar la metáfora. En mi caso, quien me presentó la poesía fue Rubén Darío, en los grandiosos 8 versos alejandrinos (mira la imagen de arriba, por favor, lee su mensaje y medita en su belleza), en los cuales consiste la participación de Medón, El Centauro que Ha Visto a la Muerte, sucedió para mi la epifanía de la Poesía. Pero fue hasta que ya en la Universidad (al menos en el primer intento), Arturo Montero me presentó Las flores del mal de Charles Baudelaire que entendí que podría tener mi propia voz y luego que ésta puede cambiar, evolucionar. Así como Federico García Lorca con Leonard Cohen (en otro momento hablaré de la maestría de Lorca). A ellos debo admiración y son estrellas en mi horizonte.

En cuanto al instrumento, el papel del desconocido suicida, es decir, quien me auxilió a encontrar el mío fue, primero, Julián Castruita Morán, en su taller de poesía en la librería de viejo ubicada en la calle de Donceles en el Centro Histórico de la CDMX, El Laberinto me inicié en los rudimentos de la métrica, de hecho, él fue quien me dio a conocer la Métrica española de Antonio Quilis, libro que me es fundamental, como la brújula es para el navegante que quiere surcar este océano de las combinaciones silábicas, acentuales, del uso del sonido mismo de las letras en la poesía, en el verso.

A continuación te comparte el video subtitulado, 11 minutos y medio de las palabras  sabias de un grande, quizá de un clásico.

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La pipa

¡PÁSELE, PÁSELE! En esta entrada encontrará reflexiones sobre fumar en pipa y la salud, flores del mal de Charles Baudelaire, el cuadro más famoso de René Magritte y harta guasa,  déjeme un comentario si no, mi reader.

Soy una persona saludable, casi no padezco enfermedades pero, tengo vicios, uno de mis preferidos es fumar. Amo encender la llama, acercarla a la cazoleta y disfrutar del aromático humo, de su sabor, de su bouquet, y acompañado de una taza de café… ¡Uff! Pero, en  esto de ser asiduo de la pipa debí ser más constante: encontré hace unas semanas una bolsa con tabaco, del bueno, olía bien y se veía bien, así que me preparé un artillería ligera, incluso una de esa que en el caño tienen espacio para insertar un filtro que de hecho tenía. Fumé la carga completa, deliciosa, un poco demasiado caliente, pensé.

Ceci n'est pas une pipe de Rene Magritte

Ceci n’est pas une pipe de Rene Magritte

Al día siguiente la garganta (en la orofaringe) presentaba quemaduras de primer grado, como las que lo ponen a uno rojo bombero cuando se queda dormido en la playa algunas horas. «Ésto no es una pipa», me acordaba de René Magritte mientras con sorpresa me di cuenta que el café me asqueaba y un ardor como en segundo plano inundaba mi vía aérea superior; comenzaba una temporada de dolencias, de incomodidades, para hablar, para comer. Tiré la bolsa de tabaco «del bueno» y me dediqué a curar mi cogote: medicinas en buches y gárgaras, comida fría, tibia a lo más, y mucha agua. Me curé. Casi, quedó sentida la orofaringe, o ya estaba así, soy fumador, pues. Pero las ganas de reponer el tabaco y regresar con ese vicio suculento aún me quedan. El asunto me recuerda un gran poema, de un maestro indiscutible: Charles Baudelaire. Éste:

Yo soy la pipa de un autor;
se comprueba, al contemplar mi rostro
de abisinio o de cafre,
que mi dueño es un gran fumador.

Cuando está colmado de dolor,
yo humeo como la casucha
donde se prepara la comida
para el regreso del labrador.

Yo envuelvo y arrullo su alma
en la red móvil y azul
que asciende de mi boca encendida,

y envuelvo un poderoso dictamen
que encanta su corazón y cura
de fatigas a su espíritu.

 La pipa es el poema número 68 de la edición de 1861 del gran Las flores del mal, y uno de mis favoritos, quizá por él es que no he abandonado la pipa del todo. Y bueno, para quien nunca se haya fumado una pipita y quiera intentarlo, les dejo un video básico sobre cómo hacerlo:

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